Viajar no se trata solamente de visitar lugares nuevos. Es una exploración interior, un recorrido por uno mismo, por las emociones, los deseos, anhelos y miedos. Puede ser, también, una experiencia transformadora de la vida propia y hasta del mundo y la sociedad que rodea a cada viajero.
En el turismo de naturaleza, sobre todo, la persona se acerca a la riqueza del mundo, de los animales y de los ecosistemas para comprender su papel como protector y velar por su conservación. Así, más que un viajero, se convierte en un embajador.